La Catedral Profana

Guarida de los impíos

Lemebel y lo tragicómico de la marginalidad v.0.1.1


Pedro Mardones Lemebel (1952-2015) fue un escritor, artista plástico, cronista y profesor chileno. Es uno de los autores más conocidos y estudiados de la literatura chilena de las últimas décadas y sus libros han sido traducidos al inglés, francés e italiano. Hijo de Pedro Mardones, panadero y Violeta Lemebel, ama de casa, vivió una infancia marcada por la pobreza. Este hecho dejó huella en su narrativa, en la cual el autor explora y critica los aspectos más decadentes de la vida urbana. Su obra abarca temas como la masculinidad, la desigualdad, la homosexualidad, el futurismo, la marginalidad, el colonialismo, la política, el nacionalismo, el amor y la muerte. Todo esto marcado por un fuerte sentido crítico y tragicómico que experimenta con el lenguaje para dar luz a una obra en la que el kitsch y la exageración barroca son ubicuos. La producción de Lemebel escapa a las formas de categorización usadas en la crítica literaria, pues muchas de sus obras son narrativa, crónica y biografía a la vez. Entre estas, las más conocidas son La esquina es mi corazón: crónica urbana (1995), Loco afán: crónicas de sidario (1996), Tengo miedo, torero (2001), A corazón abierto: geografía literaria de la homosexualidad en Chile (2001), Adiós mariquita linda (2004) y Poco hombre (2013). En estos textos el autor reflexiona sobre los modos de ser y hacer del mundo occidental de la segunda mitad del siglo XX haciendo uso de un estilo que combina la descripción exhaustiva y grotesca de la literatura realista con la experimentación modernista para componer textos que son extravagantes, cómicos, trágicos, escatológicos y agresivos a la vez. Ninguna obra se crea aislada de su contexto y los textos de Lemebel no son una excepción. Sus textos se escriben y publican en los años 90, época que ya ha visto autores como José Lezama Lima (1910-1976), José Donoso (1924-1996), Severo Sarduy (1937-1993), Reinaldo Arenas (1943-1990) y Andrés Caicedo (1951-1977), los cuales tienen gran influencia en la obra de Lemebel. Con la revolución sexual, los disturbios de “Mayo francés” en los años 60 y la epidemia del sida en los 80 la homosexualidad se convirtió en un tema que marcaría la producción literaria de estas décadas. La cultura popular y la sociedad de masas sobre la cual autores como Simone de Beauvoir (1908-1986), Foucault (1926-1984) y Baudrillard (1929-2007) discurrieron en sus libros mostraba nuevas formas de aproximarse a la sexualidad y al rol del individuo dentro de un mundo cada vez más caótico. Lemebel muestra Lo profundamente incivilizado de la civilización, valiéndose de descripciones donde el protagonista es la ciudad, la sociedad y sus contradicciones. Este estilo es una reescritura del realismo decimonónico hecha a la manera de Latinoamérica. El tercermundismo y la decadencia propios de ser la parte marginal de américa se hacen conspicuos en cuentos como Anacondas en el Parque, La Babilonia de Horcón o Tarántulas en el Pelo, textos en los que sus protagonistas parecen arrastrados por un determinismo fatalista. Este destino no es otra cosa que la consecuencia de ser homosexuales y, además, sudamericanos. Como señala Monsiváis: “Lemebel ve en el sida la formación de la mirada esencial de la especie condenada” (2004, p.5). Hay un tinte trágico y a la vez hermoso en la idea de reconocerse como los pecadores, como los condenados. Esta energía es el odio que impulsa la escritura del autor chileno, como él mismo señala en su manifiesto Hablo por mi diferencia (2001): “Mi hombría fue morderme las burlas Comer rabia para no matar a todo el mundo” (p.5). La cólera manifiesta en el uso de palabras obscenas y descripciones que muestran exhaustivamente la fealdad e injusticia del mundo convierten a Lemebel en una suerte de Ángel Caído, que reconoce que el paraíso le ha sido negado como a tantos otros que tuvieron la mala suerte de ser homosexuales en un mundo que está en su contra. Como el Lucifer de la pintura de Cabanel, Lemebel acepta su condición de enemigo del mundo, se arma con la palabra y procede a vengarse en el papel, como se evidencia en el siguiente extracto de La esquina es mi corazón: crónica urbana: Pareciera que la alquimia que transmuta el barro latino en oro nórdico, anula el erial mestizo oxigenando las mechas tiesas de Latinoamérica. Como si en este aclarado se evaporaran por arte de magia las carencias económicas, los dolores de raza y clase que el indiaje blanqueado amortigua en el laboratorio de encubrimiento social de la peluquería, donde el coliza va coloreando su sueño cinematográfico en las ojeras grises de la utopía tercermundista (2004, p.34). Latinoamérica es la hermana pobre de Norteamérica a los ojos de Lemebel. Ser “sudaca” es estar condenado por la suerte, por la fatalidad de no tener los ojos claros, de no hablar inglés y de no poder gozar de las comodidades de la cada vez más poderosa democracia estadounidense. Eso lleva a los marginales a odiar a sus hermanos del norte, pero, aun así, querer ser cómo ellos. La perspectiva del latinoamericano es, pues, problemática en la medida en que desprecia al mundo por ser tan injusto y desigual, pero, a su vez, se desprecia a sí mismo por no formar parte de la parte más desigualmente favorecida de este. Esto no lo convierte en un héroe ni en un villano, solo en alguien que sobrevive. El tipo social del “sudaca” como lo llama Lemebel (2000, p.78) Es demasiado necio como para darse cuenta de las redes subyacentes que determinan su condición, tal como el autor mismo advierte: Labores manuales que por sobre la opción personal o frivolidad de loca, los encarcela en las peluquerías por negación a la educación superior. Profesiones que están signadas de antemano en el lugar que el sistema les otorga para agruparlos en un oficio controlado sin el riesgo de su contaminación. Aun así, las manos tarántula de las locas tejen la cara pública de la estructura que las reprime, traicionando el gesto puritano con el rictus burlesco que parpadea nostálgico en el caleidoscopio de los espejos (2004, p.34). Para Lemebel, los latinoamericanos están condenados por causas que obedecen a un sistema más que a un individuo en concreto. Las peluqueras del cuento, sin educación superior y determinadas de antemano a tejer la cara pública de la estructura que las reprime, son una representación del estado de toda una región. En última instancia, todos terminan siendo títeres de la fortuna. El lenguaje en Lemebel es experimental e impredecible. Si bien en sus cuentos se vislumbra un vocabulario y muy específico, no es raro ver neologismos y términos que, si bien pueden ser desconocidos para el lector, resultan comprensibles en la medida en que su composición obedece a patrones propios del español. Tal es el caso de palabras como falocrático, anoarco o anofagia. Asimismo, es común el uso de palabras en otros idiomas, sobre todo el inglés, recursos con los que el escritor satiriza la cultura de masas, en la cual lo importante es el happening; dinamismo que se perpetúa a sí mismo en respuesta a los deseos del gran público. Todos estos términos se usan de una forma autodenigratoria, pues a lo largo de sus cuentos Lemebel critica tanto a los demás como a sí mismo. Tanto los derechistas como los izquierdistas son cuestionados y ninguno de ellos queda impune. Los valores, características y aspectos que componen las identidades de los personajes de Lemebel son expuestos y descritos con una acidez que desvela sus contrasentidos. No es solo un juego de mostrar la fragilidad de los discursos de poder -dígase capitalismo, machismo, religión o cualquier otro- sino que la misma condición de vulnerabilidad de los supuestos oprimidos es estudiada. Tal como se vislumbra en el siguiente fragmento: (…) esa histeria anal que no le permite sentarse. Ay, ese fragor, ay ese cosquilleo hemorroide que enciende el alcohol como una brasa errante que la empuja afuera callejuela y fugitiva. Pareciera que el homosexual asume cierta valentía en esta capacidad infinita de riesgo, rinconeando la sombra en su serpentina de echar el guante al primer macho que le corresponda el guiño (2004, p.52). La condición de homosexual, y más aún la del homosexual latinoamericano, es trágica en la medida en que lo que le gusta le ha sido prohibido por todos los discursos que gozan del poder suficiente para determinar lo que es aceptable dentro de la sociedad. Así como drogadictos o enamorados, los homosexuales de Lemebel no pueden huir de sus deseos y, a la manera de Ícaro, terminan muriendo por querer acercarse demasiado a una luz que les está prohibida. Y es precisamente ese el atractivo de la narrativa del autor: su capacidad de mostrar el absurdo que permea todas las áreas de la vida social e individual. Sus ciudades son distopías con aire ciberpunk, cubiertas de luces de neón y noches frías en las que los freaks recorren un mundo que pareciera estarlos observando en todo momento. La ciudad es un ente dinámico y antropófago en el cual coexisten el mundo aparentemente civilizado y su contraparte nocturna. Los prostíbulos iluminados por luces rosa y el sexo en las calles en las que tanto ricos como pobres van a satisfacer sus más ocultos fetiches son un elemento recurrente en los cuentos y crónicas del autor. Como muy agudamente nos previene el narrador en Barbarella Clip: Así, un bombardeo de imágenes va acosando la vida con estímulos erógenos, pero por sobrecodificación de signos al acecho, la sexualidad pareciera replegarse al rincón más castrado, donde la masturbación electrónica sólo es un pálido éxtasis para la demanda del cuerpo social. (…) Pero en el clip no hay perversión, porque el guante censura del editor va descuartizando en cuadros de consumo la carnicería estética donde la tijera entra justo cuando el zoom-in amenaza a una florida vagina (corte). Cuando la cámara panea el vientre y se topa con los pastizales bajo el ombligo (corte). (…) Una política voyeur de reemplazo al sexo, que se mira y no se toca, invade la atmósfera cosmopolita (2004, p.27-29). Lemebel habla de la sociedad ciberpunk sobre la cual la ciencia ficción nos había prevenido tanto en la literatura como en el cine. El mundo dominado por las comunicaciones en el que la sexualidad se convierte en un estimulo tan ubicuo que termina generando frustración más por su exceso que por su ausencia. Todo esto ante el triunfo de la imagen resulta en una sexualidad que se ve pero no se consuma físicamente. No es más que una constante provocación, otra de las estrategias del mercado para mantener a las masas enganchadas. El teasing que ofrece la publicidad no es más que una forma de manipulación que se ejerce gracias a la masificación de los dispositivos electrónicos. Lemebel en este texto nos habla sin haber conocido Instagram, YouTube, Twitch ni Tik Tok y, aun así, refiere con exactitud el hartazgo de quien, a la manera de Tántalo, padece de una tentación siempre insatisfecha. A esto, arriesgarse e ir por cuerpos posiblemente infectados por el sida parece ser la solución. Al final todos terminamos convertidos en “locas que buscan una gota de placer en las espinas de un rosal prohibido” (2004, p.54).


Referencias
Baudrillard, J. 2014. Simulacra and Simulation. Zeroducks.
Contardo, Ó. (2015, enero 23). Pedro Lemebel: El corazón rabioso del hombre loca. CIPER Chile; Fundación CIPER. https://www.ciperchile.cl/2015/01/23/pedro-lemebel-el-corazon-rabioso-del-hombre-loca/
de Beauvoir, S. (2006). El Segundo Sexo. Ediciones Catedra S.A.
Foucault, M. (1991). Microfisica del Poder. Las Ediciones de La Piqueta.
Lemebel, P. (2004). La esquina es mi corazón. Editorial Seix Barral.
Lemebel, P. (2013). Poco Hombre: Crónicas 1989-2012. Universidad Diego Portales.